¿Por qué no reciclamos el agua en México?

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, del 3 al 14 de junio de 1992, uno de los objetivos fundamentales de la Agenda 21 fue el reciclaje del agua como una medida de adaptación al cambio climático.

Sabíamos que el calentamiento global estaba alterando el ciclo de este recurso en el planeta y que, cada día, el crecimiento poblacional ejercería más presión sobre el agua dulce disponible.

En 1972, cuando el Club de Roma pidió a la Organización de las Naciones Unidas un estudio de la relación que tenía la especie humana con su entorno, surgió un valioso documento: “Los límites del crecimiento”. Nos alertaba de que en los siguientes 100 años alcanzaríamos los límites absolutos del planeta.

Se estaba refiriendo a los recursos naturales que requerimos para el “desarrollo” y satisfacción de las necesidades. En este proceso de incremento de nuestra huella ecológica, destaca la hídrica.

Producir una tonelada de acero requiere 150 ton/agua. Un kg de carne de res, de 5,000 a 20,000 litros/agua. Una camiseta de algodón, 2,700 litros/agua. Una taza de café, 140 litros/agua. Un automóvil compacto, 454,000 litros/agua. Un kg de azúcar, 1,500 litros/agua. Un kg de maíz, 900 litros/agua. Un teléfono celular, 12,760 litros/agua. Un metro cuadrado de vivienda, 684 litros/agua.

¿Por qué no reciclamos el agua en México? Porque la Comisión Nacional del Agua, desde el 16 de enero de 1989, como organismo desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, responsable de administrar, regular, controlar y proteger las aguas nacionales en México, omitió señalar la obligatoriedad de reciclar el agua. Es urgente cambiar este modelo de gestión.