¿Sabía usted que las bellas jacarandas que tiñen de color violeta el Paseo de la Reforma fue idea de una familia de jardineros japoneses, cuyo proyecto embelesó a los gobiernos en turno?
Vamos por partes: la hermosa avenida capitalina fue un proyecto inicial de Carlota para facilitarle el regreso a Maximiliano. Su construcción se debió a que la carroza del emperador se atascaba en esa vía durante la época de lluvias.
Nació como Paseo de la Emperatriz e iba del Castillo de Chapultepec a la entonces Glorieta del Caballito. Era una zona ecuestre exclusiva para la pareja real. El acceso al público estaba prohibido. En los alrededores sólo había rancherías y campo abierto.
Años después, muerto Juárez, la concluyó Sebastián Lerdo de Tejada y se le bautizó como Paseo de la Reforma, con glorietas, esculturas y fuentes. Antes era el Paseo Degollado.
Terminó de embellecerlo Porfirio con el Ángel de la Independencia y más jacarandas encargadas a la familia de los Matsumoto, migrantes japoneses que, tras traerlas de Brasil y Paraguay, las cultivaban en la antigua hacienda de Temixco, de la que eran propietarios, y en un negocio de jardinería que tenían en la colonia Roma.
Fue Álvaro Obregón, quien autorizó a los Matsumoto el sembrar más jacarandas en esa avenida y en las principales calles de la capital.
Hoy, el Paseo de la Reforma, de casi 15 kilómetros de longitud, es una de las avenidas más bellas del mundo, equiparable a los Campos Elíseos, en París.