Sin novedad en el frente

El proceso electoral del 2 de junio para elegir a más de 20 mil nuevos funcionarios no modificará el mapa político del país porque la oposición carece de capacidad, estructura y base social para competir con el liderazgo del presidente López Obrador y su partido Morena.

No es ninguna novedad extraordinaria. La historia política del país ha mostrado una tendencia de persistencia de bloques gobernantes por cada dos sexenios, en función de que cada presidente saliente tiene la fuerza cuando menos para imponer a su sucesor.

López Mateos-Díaz Ordaz, Echeverría-López Portillo, De la Madrid-Salinas de Gortari, Fox-Calderón y sólo Peña Nieto no pudo con la figura política de López Obrador y se quedó como un sexenio aislado. Ahora, de acuerdo con todas las encuestas, Morena y la candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo tienen las expectativas de extender el lopezobradorismo otro sexenio más. En consecuencia, habrá que pensar ya en un nuevo brinco pendular hasta 2030.

La lógica política estará dando elementos suficientes para entender las expectativas electorales: el PAN como segunda fuerza garantiza cuando mucho 20 % de los votos, el PRI destruido y desgarrado no aportará más de 10 puntos porcentuales y el PRD seguramente perderá su registro porque no obtendrá el límite mínimo de 3 % de los votos para mantenerse como partido activo.

A partir de la alternancia de 2000 y a lo largo de un cuarto de siglo, la oposición PRI-PAN-PRD no se supo reconstruir como sí lo hizo la fracción lopezobradorista ante el desmoronamiento del cardenismo en el PRD. Un dato revela la fuerza política de Morena, lo quieran reconocer o no: en 2018, Morena no gobernaba ningún estado del país; hoy tiene 21 estados y dos o tres más con alianzas. El PRI ninguno por sí mismo y el PAN sólo con alianzas.

El análisis frío del mapa político debe servir como punto de partida para que la oposición PRIANREDE llegue a la conclusión de que se tiene que reconstruir o terminará de disolverse en los próximos seis años.