La competencia electoral de 2004 se hundió en el discurso demagógico por parte de todas las fuerzas políticas. Dejó en el ambiente el pesimismo de que ningún candidato, de bajo o alto nivel, supo aprovechar el clima político para hacer un diagnóstico de la crisis mexicana y presentar algunos programas de solución a los problemas.
Este enfoque pesimista prefigura un corto plazo crítico. Como el punto más importante que requería posicionamientos con visión de futuro, el Producto Interno Bruto se perfila, en perspectivas del Banco de México, en 2 % promedio anual durante los próximos 10 años. Indicaría que los siguientes dos sexenios seguiremos teniendo un país en crisis y marcado por las desigualdades sociales.
México tuvo su ciclo de oro de 1934 a 1982 con un crecimiento económico promedio anual de 6 % e inflación de entre 2 % y 4 %. Luego vino el neoliberalismo de 1983 a 2018 y el crecimiento económico promedio anual bajó a 2 %. Y el sexenio de López Obrador tuvo un PIB abajo de 2 % por razones de la pandemia, pero sin garantizar una recuperación integral.
En las campañas presidenciales de 2024 ninguno de los tres candidatos tuvo un razonamiento sensato sobre la crisis económica, consustancial de la del desarrollo y, por ende, de la social. Además, en los debates y discursos de plaza ninguno de los tres pudo aportar un razonamiento sencillo y coherente para explicar qué haría en la jefatura del Poder Ejecutivo para sacar a México del hoyo del estancamiento económico.
Para dar bienestar y prestaciones sociales al millón de personas que cada año se incorpora por primera vez a la población económica, México necesita crecer al 6 % del PIB. Así que, de acuerdo con las cifras del Banxico, nos esperan 10 años de estancamiento e insatisfacción de bienestar porque la economía no puede crecer más de 2.5 % sin generar crisis productiva.
En términos económicos, las elecciones mexicanas serán irrelevantes.