Dígame, por favor, que usted también ve Aprender a envejecer de El Once. ¿No se le hace el programa de televisión más divino del universo?
Yo lo amo porque más allá de que está hecho con un profesionalismo admirable, es la primera revista para adultos mayores, sus familias, amigos y aliados de toda Hispanoamérica.
Le suplico que reflexione un momento en lo que le estoy diciendo: o todos somos adultas y adultos mayores, o todas y todos vamos para allá.
Esta clase de contenidos tendrían que ser una obligación. Seamos sinceros: ¿quién más nos está enseñando a envejecer? ¿Quién más nos dice qué hacer con nuestra salud, con nuestra economía, con nuestros asuntos legales y hasta con la tecnología?
Cada una de las secciones de Aprender a envejecer vale oro y no importa si usted lo ve los domingos a las 11:00, en su edición especial de tres horas, de lunes a jueves a las 11:30, o en YouTube. Aquí, todas y todos salimos ganando.
Patty Kelly, la gran conductora de este concepto, está haciendo una labor prodigiosa porque no sólo está combatiendo el edadismo, nos contagia de su entusiasmo, de su inteligencia, de su pasión por la comunicación.
¿Pero sabe qué es lo más hermoso de todo? Que Aprender a envejecer es un show muy divertido. Las audiencias se la pasan excelente y eso también hay que celebrarlo.
Estamos ante uno de los mejores programas de toda la televisión mexicana.
¿Por qué le estoy escribiendo de esto si podría dedicarle esta columna a alguna telenovela, a alguna serie o a alguna película?
Porque se dicen muchas mentiras de los medios públicos mexicanos. Hay demasiada ignorancia entre la gente que se dedica a hablar de contenidos y si no es eso, es la infodemia, las campañas de desprestigio. ¡No se vale!
Ningún medio, ningún canal, es perfecto, pero El Once va muy bien, ofrece excelentes propuestas y Aprender a envejecer es una de las más importantes, de las más exitosas, de las que más se deberían comentar en el día a día.
Luche por verlo. Le va a gustar. De veras que sí.