La oxitocina, comúnmente conocida como la “hormona del amor”, es mucho más que un simple químico que nos hace sentir bien. Esta desempeña un papel fundamental en el apego y el enamoramiento, procesos esenciales para la formación y el mantenimiento de relaciones duraderas. Desde el momento del nacimiento, facilita el vínculo entre la madre y su hijo, creando una base sólida para el desarrollo emocional.
En las relaciones románticas, la oxitocina actúa como un pegamento emocional. No sólo se libera durante el contacto físico, como los abrazos o las caricias, sino también durante momentos de intimidad emocional. Además, fortalece la conexión entre las parejas, promueve sentimientos de confianza y seguridad. Y se ha demostrado que niveles elevados de oxitocina pueden reducir el estrés y la ansiedad. Ello contribuye a una relación más armoniosa.
Sin embargo, la oxitocina no sólo es importante en las primeras etapas del enamoramiento. Su presencia continua es crucial para la consolidación de relaciones a largo plazo. Con el tiempo, los altos niveles de esta hormona ayudan a mantener el apego y a superar los desafíos que inevitablemente surgen en cualquier relación. Es como si fuera el aceite que mantiene la maquinaria de la relación funcionando sin problemas.
Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de que nuestros niveles de oxitocina se mantengan saludables? Una de las maneras más simples y efectivas es abrazándonos más. El contacto físico no sólo es reconfortante, sino que también estimula la liberación de oxitocina. Un abrazo puede ser un pequeño gesto, pero tiene un gran impacto en la salud de nuestras relaciones.
En un mundo cada vez más conectado digitalmente, pero desconectado emocionalmente, el acto de abrazar a nuestros seres queridos es un ejercicio vital. Así que no escatimes los abrazos, son una inversión pequeña con un retorno emocional invaluable.