Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. Es el momento especial del año cuando se favorece que la conversación gire sobre la importancia de hablar, educar, prevenir, detectar y tratar a tiempo los padecimientos neuropsiquiátricos.
En este 2023, en específico, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) generó el lema #HazTuParte para apoyar a la salud mental, y colocó el foco principal en la lucha cotidiana contra el estigma en este tipo de padecimientos.
En estos tiempos de inclusión y de cambio de protocolos, maneras y paradigmas en el mundo, la salud mental no se queda fuera. De modo general, todos podemos responder que estamos de acuerdo con combatir el estigma en los desórdenes cerebrales, pero en el día a día aún no estamos tan habituados a las formas correctas con las que debemos cooperar.
Citaremos un par de ejemplos:
Es muy frecuente que, incluso en medios de comunicación, se describa un intento de suicidio “fallido”. No existe tal cosa, en un fenómeno de esta complejidad, es absolutamente incorrecto referirnos así. Es intento de suicidio y ya. Hasta semánticamente se está cometiendo el error: suicidio es el acto consumado.
El segundo ejemplo es más común y de carácter más inconsciente. Frecuentemente, nos escuchamos diciendo que “ese es un deprimido”, “ella es bipolar”, “fulanito, el esquizofrénico”. Fuerte, claro y contundente, la patología de salud mental no define al individuo.
Toda persona es un individuo íntegro con miles de características, y una más es el ser portador de una enfermedad. Lo correcto y definitivo es practicar para referirnos adecuadamente a alguien que vive una condición de salud mental.
Estos ejemplos pueden sonar a poca cosa, pero lo importante es modificar la actitud desde el lenguaje. Es el comienzo del cambio general en el estigma.