Muchas parejas, después de la llegada del primer hijo, van espaciando su vida sexual, a tal punto, que puede desaparecer y ellos volverse sólo compañeros de vivienda.
Hay varios factores que influyen; los más frecuentes son:
- Cansancio: la llegada de un bebé trae cambios en la rutina del sueño; invariablemente genera que no se tenga deseo sexual, si ambos llevan días durmiendo a pausas.
- Enojo: los hijos se convierten en un arma para distanciarse de la pareja, se duermen con esta, o los papás se salen del cuarto con la idea de que las mamás son las únicas responsables del cuidado; pero, en el fondo, hay un conflicto no resuelto que se triangula con el hijo.
- Depresión posparto: debido a los cambios hormonales y a la adaptación de la llegada del hijo.
- Cambios físicos: hay marcas que quedan después de una cesárea o la transformación que tuvo la piel durante el embarazo, flacidez, estrías… Esto avergüenza a las mujeres y puede convertirse en una causa de alejamiento de la pareja para intimar. Se incrementa la pena y rechazo de las mujeres a la vida sexual.
Cualquier situación se puede trabajar en la psicoterapia y con el médico especializado, por ejemplo, la depresión. Pero si las parejas, en lugar de buscar alternativas, se callan y creen que el tiempo ayudará a que todo mejore, están labrando el camino para el término de una relación o convertirse sólo en padres, no en una pareja.