Carácter, disciplina, fortaleza física y mental son las grandes virtudes de Soraya Jiménez que la llevaron a conquistar la medalla de oro en levantamiento de pesas en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. La primera mujer mexicana que alcanzó tal proeza en el máximo evento del deporte mundial.
Soraya Jiménez Mendívil nació el 5 de agosto de 1977 en Naucalpan, Estado de México. Su tío Manuel Mendívil, medallista de bronce en equitación en los Juegos Olímpicos de 1980, la alentó para que aprendiera a montar, pero nunca le agradó ese deporte. Su gran pasión era el basquetbol, lo jugó desde pequeña junto a su hermana gemela Magaly y, a pesar de su baja estatura de un metro y 53 centímetros, alcanzó títulos en categorías infantiles y juveniles.
Un día, su entrenador Ignacio Fuentes le recomendó que se metiera al gimnasio para fortalecerse, aumentar su masa muscular y así evitar que la golpearan tanto en la duela. Soraya le hizo caso y le cambió la vida porque significó su adiós al baloncesto y su enamoramiento de la halterofilia.
Su fuerza física impresionó a sus entrenadores, tenía gran facilidad y alta calidad para destacar en el levantamiento de pesas. Su ingreso a la Federación Mexicana de Halterofilia no fue fácil, la rechazaron con el absurdo argumento de que “es un deporte para hombres”.
Tras insistir, fue inscrita en competencias nacionales, donde arrasaba y a los 16 años comenzó a cosechar triunfos internacionales. En 1999, la halterofilia fue incluida en el calendario de los Juegos de Sídney 2000 y ganó el derecho a representar a México, tras clasificarse en el octavo lugar en la categoría de 58 kilos, en el Mundial de Atenas, Grecia.
El 18 de septiembre de 2000 fue el gran día, Soraya Jiménez empezó la competencia, avanzaba, firme y segura, cargando más y más peso en la gran final, la medalla de oro estaba a su alcance. En su último turno, levantó 222 kilos y medio, cuatro veces su peso corporal, 95 kilos de arranque y 127 kilos y medio en envión, para ganar la presea áurea.