Gabriela Jiménez

Sexo, sin lágrimas y sin pudor

Hijos violentos

Jennifer es una niña de 13 años que siempre busca pleitos, roba pertenencias de sus compañeros, insulta a los vecinos y muestra una actitud desafiante ante cualquier regla. Además, no tiene deseos de estudiar y sólo quiere ver televisión. ¿Cómo educarla?, pregunta su madre.

Hasta este punto, la primera impresión es que Jennifer es una chica problema, rebelde, impulsiva y sin límites. No obstante, para el trabajo del psicólogo clínico, es necesario no quedarse con la versión de la mamá, sino obtener información del “problema” y de su contexto.

Hay que investigar ¿cómo es la relación familiar y sus integrantes?, ¿quién pone los límites en casa? Y, por supuesto, si quien los pone los respeta; ¿cómo es la relación entre los padres y de estos con los hijos? El tiempo que lleva la joven con estas conductas y si son las mismas en cualquier ambiente.

Todo lo anterior es necesario para, ahora sí, hacer una hipótesis y crear un plan de trabajo.

Cabe señalar que la madre de Jennifer no tiene pareja, es hija única y ambas viven con la abuela. Tiene que trabajar jornadas de más de 12 horas al día para obtener un salario que le permita sostenerse. No hay espacios para distraerse ni tener proyectos de vida. Está cansada y llegando a casa se tiene que enfrentar a los reclamos de la mamá en cuanto al dinero y al quehacer que le toca.

La forma de comunicación con Jennifer es mediante gritos e insultos porque no obedece a la abuela. Entonces, descarga su frustración en su hija, quien aprende a expresarse con las mismas conductas.

Lamentablemente, este caso se repite de manera constante. Los padres llaman para saber cómo corregir a sus hijos y ayudarles a controlar la violencia, apatía de vida, adicciones o intentos de suicidio.

Sin embargo, para ayudar a los hijos se tiene que empezar por revisar la dinámica familiar y comprometerse a buscar nuevas formas de relación y comunicación con ellos.

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