El hidrógeno verde

Hace 130 años, Julio Verne vaticinaba, en su novela La Isla Misteriosa: “¿Qué es lo que van a quemar en lugar del carbón?: Agua. El agua descompuesta en sus elementos por la electricidad se empleará algún día como combustible”.

Actualmente, el hidrógeno verde que se obtiene a partir del proceso denominado “electrólisis” (hacer pasar energía eléctrica por una celda con un ánodo y un cátodo), que descompone el agua en sus dos elementos: hidrógeno (H2) y oxígeno (O2). Pero esa energía eléctrica debe ser renovable, sea eólica, solar o la misma energía nuclear.

Existen tres tipos de hidrógeno: el gris, que se produce con combustibles fósiles y conlleva muchas emisiones de CO2. El azul, que se genera por combustibles fósiles con tecnologías de captura y almacenamiento de carbón (menos contaminante que el gris). Y el actual, el verde, que es a partir del gas natural (CH4).

El hidrógeno azul podría ser una solución inicial, mientras que el verde aumenta la capacidad de producción y almacenamiento para industrias como la siderurgia, química y petroquímica.

Sin embargo, el azul no elimina las emisiones de CO2, sólo las reduce. Aunque los costos de producción del verde todavía son considerables. De igual manera que las celdas fotovoltaicas y los aerogeneradores redujeron significativamente sus costos en los últimos 20 años, el pronóstico es que los costos de producción del hidrógeno bajen progresiva y consistentemente entre 2030 y 2050.

El uso del verde está considerado como el mejor camino hacia la descarbonización del planeta, como sustituto ideal de los combustibles fósiles. Sus ventajas comparativas (es energía limpia, es 100 % renovable, es almacenable y transportable), le permitirán convertirse irremediablemente en un elemento básico para la transición energética.