Fernando Gutiérrez

Fernando Gutiérrez

De barrio en barrio

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El alumbrado en la capital

El alumbrado en la Ciudad de México, ya como servicio municipal, empezó con la mecha alimentada por aceite de nabo, cuando el virrey Revillagigedo inauguró (1790) los 1 120 faroles de vidrio con lámparas de hoja de lata, sostenidas por pies de gallo. Este sistema se reforzó 60 años después con 450 lámparas de trementina, de luz más limpia, blanca e intensa.

El alumbrado con gas se conoció hasta 1869, pero fue superado luego por el arco voltaico. Y fueron compañías extranjeras las encargadas de aquella modernización: la Knight puso al servicio 40 lámparas Brush. Entonces los diferentes sistemas alternaban en las calles y al recorrerlas podía verse la evolución histórica en este servicio.

Ya para 1890, la capital contaba con 300 focos eléctricos de dos mil bujías, 500 mecheros de gas, 1 130 luces de trementina y nafta, además de 123 de aceite. Todo, con un costo mensual de… ¡14 mil pesos!

Pero la ciudad reclamaba un nuevo paso, pues en Europa ya se había alcanzado un notorio progreso en este tema.

Entonces, el ingeniero y regidor mexicano Alberto Test lanzó una convocatoria que trajo a la compañía alemana Siemens & Halske, que hizo instalaciones subterráneas y dotó a la ciudad con candelabros semejantes a los de Berlín.

Fue el núcleo de la Compañía de Luz y Fuerza Motriz, elogiada por sus hidroeléctricas, como la de Necaxa, Puebla, de las primeras del mundo.

Hoy, la Ciudad de México es una de las más alumbradas del planeta.