Caso Colosio: y, sin embargo…

Aunque pueda tener razón el argumento de que se está politizando de nueva cuenta el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio, en el fondo, existen elementos claros que siguen vigentes para explicar ese magnicidio en torno a una crisis del régimen priista que no ha podido transitar hacia formas democráticas en el ejercicio del poder.

La decisión del Gobierno del presidente López Obrador de reabrir el caso desde la perspectiva de un crimen político tiene suficientes elementos para señalar que el régimen priista nació de un magnicidio en 1928 -el asesinato del presidente reelecto Álvaro Obregón-, y entró en colapso con el de otro sonorense en 1994.

El sistema político priista sobrevivió con la ayuda del PAN y su alianza con Peña, pero se ha ido desmoronando durante este sexenio. El 94 nos está alcanzando otra vez: vigencia de la guerrilla en Chiapas, el regreso de Zedillo a la política, el papel clave de Manlio Fabio Beltrones en el PRI y los indicios de que el expresidente Salinas también quiere tener su pedazo de pastel.

A pesar de la agenda del presidente López Obrador, el expediente Colosio tiene más intereses priistas que panistas o lopezobradoristas. Cualquier rumbo que tome el desahogo de nuevas pruebas, la revisión del crimen en Lomas Taurinas va a afectar sólo al PRI y a su papel clave en el mantenimiento del modelo económico neoliberal.

Lo único claro es que la investigación bajo las presidencias de Salinas y Zedillo apresuró procedimientos, dejó muchos hilos sueltos y el gobierno del presidente López Obrador, de tono antipriista, tuvo cinco años para reorganizar el expediente y mostrarle a la opinión pública que el régimen priista estuvo marcado por una disputa criminal por el poder político. La revisión del caso sólo afecta a los priistas y, en realidad, en nada interesa a una sociedad que no sabe ni siquiera quién fue Colosio.