Pide espíritu solidario
Antes de que sonara la primera nota, Javier Camarena pidió al público guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas mortales de las lluvias en Poza Rica, Veracruz.
“Hoy el norte de mi estado natal sufre, en especial mi tierra”, dijo con serenidad, y en ese instante el Teatro Juárez se convirtió en un recinto de respeto absoluto. Fue el preludio de un concierto que sería, al mismo tiempo, homenaje, reencuentro y celebración.
Acompañado por la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX) y el director Martin Lebel, el tenor ofreció un programa que viajó de Agustín Lara a Verdi, de la ópera francesa al repertorio español, en un diálogo entre orquesta y voz que mantuvo en vilo a los asistentes.
Fue su cuarta participación en el Festival Internacional Cervantino (FIC), y quizá la más emotiva: un regreso a los lugares que marcaron su historia personal y artística.
El concierto abrió con Veracruz, de Lara. La orquesta desplegó un sonido amplio, casi cinematográfico, que evocó el oleaje, la nostalgia y el orgullo de esa tierra invitada de honor al Cervantino.
Luego apareció Camarena, sereno y luminoso, para interpretar Ah! lève-toi soleil! de Romeo y Julieta. Su voz, de un control impecable, se expandió por el teatro como una caricia sonora.
En la pantalla, las traducciones al español acompañaban la intensidad del canto: “El amor, su ardor conmovió todo mi ser”, se leía; “Sol, haz palidecer a todas las estrellas que brillan en el cielo”.
Los aplausos estallaban al final de cada aria, mezclándose con suspiros y murmullos de admiración. En La favorita, su timbre alcanzó una hondura casi espiritual: “Conozco tu alma dulce”, entonó, y los asistentes se quedaron en silencio, absorbidos por su interpretación.
La complicidad con Lebel fue evidente. El director, de origen francés, condujo a la OSX con precisión y temple, y mantuvo un equilibrio entre dramatismo y delicadeza. Ambos parecían entenderse con apenas una mirada: una dupla descomunal.
A mitad del recital, el tenor se aflojó el moño con gesto espontáneo, como si aún quedara más voz por entregar. Tras el intermedio, la orquesta ofreció la obertura de La forza del destino, interpretación que arrancó suspiros.
En La boda de Luis Alonso, la OSX mostró su vitalidad rítmica; y en Te quiero morena, Camarena irradiaba energía juguetona por todo el escenario. Las cabezas que seguían el compás y las sonrisas cómplices confirmaban la comunión entre artista y espectador.
El clímax llegó con No puede ser, de zarzuela La tabernera del puerto. Fue el momento más ovacionado: Camarena proyectó la frase final con una intensidad que hizo ponerse de pie a gran parte del teatro.
Cuando el clamor parecía extinguirse, el tenor regresó al escenario. “¡Arriba Veracruz, Xalapa y Guanajuato!”, gritó alguien desde las butacas, y el coro improvisado se multiplicó.
Como bis, ofreció Funiculì, funiculà, seguida de Alma mía, de María Grever, y un fragmento de Luna de octubre, de Lorenzo Barcelata. Tres canciones que unieron el Mediterráneo con el Golfo, Italia con México, y la ópera con la canción de autor. Las butacas se llenaron de voces que coreaban los últimos versos y, en un gesto de gratitud, Camarena mandó un beso al aire.
“Es siempre un motivo de gran alegría poder venir a México y cantar para mi gente. El FIC es un eslabón que une las partes de mi vida: Veracruz, con esta orquesta excepcional; y Guanajuato, donde terminé mis estudios, conocí el amor de mi vida y nació mi hija. Compartir este programa es compartir una parte de mi historia”.
Pidió, además, mantener vivo el espíritu solidario: “Apoyen a quienes hoy lo necesitan y que Dios los bendiga”.
LA JORNADA
22/10/2025