¡Qué pasión embriaga a cualquier ser humano cuando descubre la riqueza única de nuestro México! Y una de las imágenes que tan solo de verla evoca nuestras raíces es la de la zona arqueológica de Teotihuacán.
Hoy, tomamos la ruta norte para llegar al Estado de México y explorar el que fue uno de los centros urbanos más importantes de Mesoamérica.
Todo comienza por su fácil accesibilidad en autobús o en auto. Ahí inicia el recorrido viendo las montañas que rodean el área. La primera parada para comenzar un viaje en el tiempo toma su lugar en el pueblo mágico de San Juan Teotihuacán, destacado por sus bellas iglesias y conventos de la época colonial.
De ahí, damos un “brinco” de 500 años antes de nuestra era para entrar a la que la mitología marca como la ciudad elegida por los dioses y centro del universo. Previo a la llegada, se asomará frente a usted, entre árboles y cactus llenos de tunas, una construcción inmensa que la arquitectura contemporánea casi podría envidiar: la pirámide del Sol.
El complejo se constituye por la apasionante Calzada de los Muertos con vestigios en sus lados de lo que algún día fueron las pirámides de la Luna, la del Sol y dos lugares que le harán volar la cabeza con sus detalles y energía: el templo de Quetzalcóatl y el espacio arquitectónico Quetzalpapálotl.
El primero, caracterizado por su belleza y magia, cuenta con una fachada adornada con múltiples cabezas de serpiente emplumada, labradas en roca, con detalles fascinantes. Sin duda, será una experiencia que lo hará viajar a lo más profundo de nuestras raíces. Y luego, Quetzalpapálotl mostrará en sus columnas y distribuciones cómo era la vida de un gobernante de la época, además llevarlo al camino plácido de la historia y el descubrimiento.
¡Y la mejor manera de cerrar su travesía será disfrutando unas deliciosas tunas, acompañadas de la bebida ancestral que probaban los mismísimos dioses: el pulque!